Un año más, y ya van once, se celebró en mi localidad, el
pueblo minero del Llano del Beal, su competición deportiva popular más
mediática de los últimos años. Esta undécima edición, la segunda para mí ha
sido especial porque, entre otros aspectos,
he tenido una fuente de motivación extra, mi hermano pequeño también se iba
a calzar las zapatillas. Ambos hemos compartido el proceso de inscribirnos y
prepararnos juntos, así como la ilusión y nervios de los días anteriores e
instantes previos.
Me estrené en el cross en el año 2013, ese mismo verano
me inicié en esta moda del “running” sin pretenderlo. Sumando kilómetros me liberaba
por minutos de la pena que arrastraba tras perder a un ser muy querido. Correr
era mi terapia, una válvula de escape, un puente a una batalla diferente que se
debatía entre mi cuerpo y mi mente y que día a día trataba de vencer. Reconozco
que aquella, mi primera edición, corrí por él, de principio a fin. Aunque sufrí
durante esos 7700 metros, la recompensa final fue tal que he seguido enganchada
a este deporte desde entonces, llegando a recorrer distancias que hace poco
tiempo eran imposibles. Con esta
somera retrospectiva que ha surgido de manera espontanea, paso a contar mi
experiencia de este año. Como ya he mencionado, mi motivación ha sido otra,
hacer algo de deporte, pasármelo bien y compartir el momento con mi hermano.
Venía de un buen estado de forma y sin apenas haberme preparado por no disponer
de tardes libres para echarme a la carretera. Para mí, el momento perfecto para
salir es al final del día, con el ocaso. Considerando mi situación, no tuve más remedio que entrenar las dos últimas semanas a
primera hora de la mañana. Pese al poco rodaje y el cansancio que acumulaba,
tenía ganas de correr, y esta vez por mí.
Este año el
recorrido incrementó hasta llegar a los 8,5 kilómetros, lo cual para mí hacía
más emocionante el reto. Más metros y “nuevo” recorrido. Una vez allí, las
sensaciones fueron muy diferentes a las de mi primera participación, estaba
calmada, no tan impaciente y con ganas de disfrutar y sufrir lo menos que
dependiera de mí. Esta vez reconocía caras, encontré a amigos con dorsal y me sentí acompañada en todo el
recorrido, antes y después. Con el pistoletazo de salida, inicie el cronómetro,
me acomodé los cascos y, ¡empecé a correr!
Para concluir, pasé la línea de meta en menos de 45’, algo
más lenta de lo que me había propuesto, pero muy contenta y satisfecha de cómo
había acabado y por haber disfrutado muchísimo, tanto, que se me hizo hasta
corta. Quedé cuarta de mi categoría (senior) y primera clasificada local. En
definitiva, no puede haberme ido mejor, ¿o
sí? Sin duda alguna el próximo año repetiré e intentaré superarme.
No puedo olvidar felicitar y agradecer a la organización su
implicación, con Juan Ernesto Peña a la cabeza, a todos los que han colaborado
y dedicado su tiempo y esfuerzo para que personas como yo disfruten de un
evento deportivo tan satisfactorio, se encuentren mejor, más fuertes,…, más
vivas.
HASTA EL AÑO QUE VIENE, GRACIAS
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